miércoles, 19 de agosto de 2009

41. Noticias de Abel Vallejos

Las cosas de la vida, la tecnología y la inmensa buena voluntad de la gente.
Así fué que Germán Stoessel, de profesión ing. agrónomo, de hobby "cartero", neuquino, consiguió una dirección de e-mail del Dr. Abel Vallejos.
Lo dicho, el transcurso de la vida nos llevó a volver a encontrarnos por este medio.

Abel es médico, casado con Patricia, dos hijos, grandes. Está trabajando como médico en el Hospital de Faro.
Nos pusimos en contacto, él no recuerda mi cara, yo no sé si lo reconocería con 27 años más, probablemente si. Los rasgos cambian, los gestos son casi inmutables y característicos de cada uno.

Gracias, Germán por tu gestión, gracias Abel por contestar.
Vos también podés contar, ¿querés sumarte al blog como autor?
¿Quién más de los VGM se anima? De a poco todo se puede.
Un fraternal abrazo.
Pancho

jueves, 6 de agosto de 2009

40. No sería justo

No sería justo que dejara en el tintero algunas cosas. Mucho menos justo, aún, si no supiera que lo que hicieron salvó muchas vidas, entre ellas las nuestras, por lo que inteligentemente hicieron.
Quería reflexionar más, pero el acomodar ciertas cosas en un lugar, nos descubre otras olvidadas. ¡Bien sabré de ello!

Lo que no sería justo es no relatar lo que el Jefe de la Ca Ing 9, Mayor Oscar Minorini Lima me contó hace casi 27 años, después de caer prisionero y volver a la Argentina.
Trataré de transmitirlo con sus palabras:

"Me había dado cuenta que los ingleses no bombardeaban los alrededores del poblado. Después que se fueron Uds. aproveché los pozos que dejaron e hice construir nuevos debajo de las casa de los kelpers.
¿Te acordás el primer puesto comando? Debajo de él había unas bases de hormigón como para un montón de gente. Di la orden e hicimos más pozos debajo de las casas. Entonces cuando venían las fragatas, reducía la dotación de cada sección a un suboficial y un estafeta y el resto del personal, a la orden en los pozos debajo de las casas para avanzar sobre las posiciones si existía un desembarco naval o helitransportado.”

La gente ya estaba entrenada en tener que evacuar el poblado en caso que hubiera un desembarco helitransportado, ya que una sección de morteros tenía la orden de arrasar el pueblo en un lapso indicado (1 o 2 minutos para poder evacuar). La idea era reducir al máximo la posibilidad de bajas por el bombardeo de ablande para poder rechazar al enemigo si la tropa desembarcaba. No nos olvidemos que Minorini y Medina se pasaban todos los bombardeos afuera atentos a lo que pudiera suceder.

Los bombardeos eran horas y horas, por ejemplo cuando nos vino a buscar el Bahía Paraíso, zarpamos desde Fox por el Estrecho de San Carlos hasta Puerto Howard, en el Norte de la Isla. Se evacuó a los heridos y cuando regresábamos para el continente volvimos por la misma derrota (no sé porque los marinos llamamos así al camino que recorremos para llegar de un punto a otro del agua, sea dulce o salada). Al llegar cerca de Fox, había dos fragatas listas para su show, pero “lamentablemente” no saben que despacio puede navegar un buque hospital en estas circunstancias, reduciendo de ese modo el tiempo de ataque de los ingleses a su mínima o nula expresión.

Sigue el relato de Minorini Lima, quien habla perfecto inglés:
“Cuando es la rendición, desde un buque de la flota viene un helicóptero con un Oficial Inglés a cargo. Llega y me dice:
- Primero evacuaremos a todos los heridos graves.
- No tengo heridos.
- ¿No tiene heridos?
- No, los últimos los evacuó el Buque hospital.
- Nosotros estuvimos atacándolos fuerte y seguido, no puede ser.
- No los tengo, no hay heridos.
- Bueno, quiero que me entreguen todo el armamento pesado que tiene.
- Dos cañones sin retroceso y dos MAG (Ametralladoras)
- No, no, dice el inglés, quiero los cañones antiaéreos.
- ¿Los cañones antiaéreos? Como no, ¿me acompaña?

Y para el emplazamiento de los “cañones antiaéreos” se fueron.
Acá están los cañones antiaéreos, le dice Minorini Lima mostrándole la combinación de tambores de 200 lts, las chapas acanaladas y los caños de fibrocemento que había debajo de un camuflaje, que regularmente por la noche se movían los caños a una posición distinta, simulando ser el tubo cañón de un antiaéreo que se movía. Todo ello cubierto por tepes (panes de pasto o tierra).
- ¿Cuántos hombres tiene Ud?
- Unos 150 hombres.
- ¿Cómo dice?
- 150 hombres
- No Ud. Tiene 3 batallones, acá hay posiciones para tres batallones. (Unos mil hombres aprox)
- Hay posiciones para tres batallones pero somos la Ca, más la gente de ARA y FAA, total 150 hombres (O más o menos)

Ahí el inglés se soltó y empezó a reirse.
- Lo felicito, le dijo. La primera opción de desembarco era acá, pero como enfrente hay un regimiento y pensábamos que acá había tres batallones pensamos que iba a ser una batalla muy dura, así fue que la opción fue en San Carlos.

Así fue, que no hubiera sido justo si no mencionaba la inteligencia de una persona para salvarnos de una batalla muy dura. Soy civil, fui civil pero recuerdo que en "El Arte de la Guerra" Sun Tzu, dice que las batallas se ganan antes de emprenderlas. Ojalá lo hubieran sabido otros.

A vos, Oscar, también muchas gracias.

Tampoco sería justo si no hablase del, en ese entonces, Subteniente Leandro Villegas, que gracias a ser el oficial más joven, más moderno, usó un chiripá bien patrio, ya que trajo la bandera como tal prenda, preventivamente, debajo de su ropa
La bandera de guerra de la Compañía de Ingenieros de Combate 9 descansa en nuestro suelo.
A vos también Leandro, gracias.

Pancho

martes, 4 de agosto de 2009

39. Bahía Fox como la conocimos en 1982


Fuente: www.aposmalvinas. com.aar Ing. Daniel Gionco

38. Los dos Harriers que nos atacaron en Puerto Rey



Fotos facilitadas por un veterano inglés.

37. Se movió la estantería y fin de la historia

Después del post de El regreso es poco a poco, se me movió la estantería y fuerte, es ahí cuando uno empieza a darse cuenta que hay que buscar la razón por la que los Veteranos de Guerra, no quieren hablar.

Por mi experiencia, la guerra al ser una generadora de crisis infernales en los directos protagonistas del conflicto, nos lleva a lo más primitivo y profundo de nuestro instinto de conservación. En esa situación se ven las virtudes de los otros y se palpan extensamente todas las propias miserias. No es agradable y se genera un enorme deseo de tirar el tiempo para atrás y hacer las cosas de otro modo, del que pensamos que es correcto y no el modo en que nos salió. La vergüenza, no es un ratito como dijo un preclaro político argentino, el Concejal Constanzo, te dura demasiado tiempo. Por eso, no hablás y no te podés dar cuenta que a los otros les puede pasar lo mismo, ves virtudes ajenas y miserias propias.
A veces pienso que es pudor de mostrarse desnudo ante los demás frente al miedo, a la angustia, a la desesperación de no saber como manejar todo eso que bulle dentro nuestro. Sobre todo las miserias.
Uno tiene la certeza que tiene miedo, que algunos, solo al principio, no sabían manejarlo y otros, que supimos hacerlo en escasos momentos.
Para mi, valiente no es aquel que nunca tiene miedo. Ese es un temible temerario que puede llevarse, y llevarte a la muerte sin saber. Valiente, desde mi punto de vista, reitero, es aquel que teniendo miedo, sigue conscientemente adelante para cumplir un objetivo para beneficio de otros y consciente del riego que corre, lo hace sobreponiéndose. A ellos, todo, pero todo mi respeto y gratitud porque lo hacen pensando en cuidar al prójimo.

No es, ni ha sido mi caso. Lo mío fue... que se yo, que fue. Supongo que mi Ángel de la Guarda, trabajó a mil durante todo ese tiempo y le estoy profundamente agradecido porque me trajo de vuelta, porque volví a la Iglesia, porque pude ver y vivir muchísimas cosas, que mejor si las evitás, pero que si no sería estúpido no capitalizarlas.

Agradecido por la familia que formamos con mi mujer, a quien conocí a mi regreso, y que desde hace 25 años me viene bancando con todos mis rayes (locuras) y periódicas crisis, cada vez más espaciadas. por los dos maravillosos hijos que criamos y que son luz para mi vida.

Algunos resabios que me quedaron:

Después de 6 meses de pasada la guerra, no pude dormir por 4 meses más de dos horas por día, por suerte me recuperé a pleno.
No puedo estar en lugares oscuros u oscurecidos.
No pude presenciar el parto de mi hija mayor, 5 años después de la guerra, porque no podía entrar ni a un quirófano, ni a una sala de partos.

Todo necesita un cierre, y aunque quedan cosas en el tintero, no es este el momento de seguir escribiéndo. Ahora viene un periodo de reflexión y si Dios quiere, más hechos, anécdotas y personas surgirán en el recuerdo y serán volcadas.

Gracias por leerme, me encanta saber que lo han leído y me encanta saber su opinión, cualquiera fuese. Escriban los comentarios que les surjan, manden mail, los contestaré, pongan sus impresiones.

Un abrazo fraternal, los que me conocen personalmente saben que soy así, jodido, ácido pero fraterno.

Buenas noches.

3 de Agosto de 2009

lunes, 3 de agosto de 2009

36. El Pelado Robelo

Nadie puede tener dudas en la Armada de quien estoy hablando. Hasta ahora las personas de las que hablé, las he visto poco y nada después de la guerra. No es este el caso.
Lo conocí abordo, hablamos muchas horas, me acompañaba en largas madrugadas de guardia en la radio.
Nos peleamos, nos amigamos, descubrimos muchas cosas en común. nunca se queda quieto y la búsqueda de la mejora continua es su motor, aunque haya que frenarlo o directamente, no darle bola.

No fue fácil la convivencia, las costumbres y modos en una institución como la Armada y en la Marina Mercante son muy diversas. Esos supuestos, siempre malentendidos son arena en los rodamientos, la falta de comunicación trae inconvenientes que pueden ser graves en la vida de un grupo reducido y bastante aislado como es la tripulación de un buque.

Fuimos a las islas con él y volvimos por él, en mi humilde opinión. Le estoy muy agradecido.

Nos unimos más aún, cuando volvimos. Su familia en Mar del Plata, esposa y 4 hijos, estaba estudiando en la Escuela de Guerra Naval, lo invitamos a cenar a casa.
Ese día, llegó a casa de mis viejos después de una de las tareas más difíciles que puede tener un hombre.
Le entregó esa carta que uno nunca quiere tener que entregar a la familia de un compañero muerto en acción. Esa noche fue a la casa del Gral Novoa, padre del Capitán Novoa, que estuvo 20 días con nosotros y murió en el hundimiento del ARA Isla de los Estados. La carta era para el padre y para la esposa. No se que hablaron
Es muy duro, me ha tocado tener que dar noticias de muertes más de lo que quisiera y desde chico, pero nunca vi a nadie, en el estado de abatimiento con el que vino el Pelado a casa.
Como habrá sido que lo metimos en mi cama y comimos los cuatro con mis viejos en mi habitación, charlando y animándolo, brindándole solo un poco de esa contención que me brindó durante la guerra. Luego lo alcanzamos hasta su alojamiento y se hizo habitué de casa
Ahí se plasmó una fuerte amistad entre familias, de hecho nos vemos seguido y es padrino de mi hijo. No hablamos del tema Malvinas, y si lo hicimos, lo hicimos muy fortuitamente.
Gracias, Pelado.

35. Recuperación física

La mano duele, la curación fue buena, pero el vendaje se cubrió de sangre y se pegó.
Al otro día, regreso al Sanatorio, había una enfermera, Cristina, como para olvidarme el nombre, no escuchó mis advertencias sobre el cuidado necesario para las heridas que tenía. Me hizo ver las estrellas, me aguanté de pegarle instintivamente en ese momento. No me creyó, cuando vió la mano, pidió 100.000 disculpas. "Sos mi Harrier privado" le dije. La próxima vez, escuchá al paciente, que puede dejar de serlo.

Esperaron a que las heridas cicatrizaran para empezar con la rehabilitación, en la mano izquierda solo movía la última articulación de cada de do. Era un garrote, así fue como entre Moya, Texier, Del Sel, traumatólogos y Alfredo Olazábal, cirujano de mano y sobre todo Alejandra Vallverdú con el apoyo de Capria, kinesiólogos, ambos recuperé casi totalmente la movilidad de mi mano izquierda y la movilidad faltante de la mano derecha.
Alejandra me bancó 4 horas por día de lunes a viernes y lo que nadie pensaba que se podía resolver en 6 meses, lo hicimos en menos de tres. Nunca estaré lo suficientemente agradecido por el trabajo, la dedicación, el cariño y la contención que todos me entegaron sin tapujos.

Anécdotas:
Primera sesión de kinesio. Previa a la movilización, radiofrecuencia. "Alejandra, perdón" ¿Si? Quema. ¿Cómo quema? ¿Tenés algún clavo? Nooo, esquirlas. Perdóooon. Así fue que me aplicaba solo ultrasonido. Después a fuerza de electroestimulación recuperé fuerza y movilidad del índice de la mano derecha.

Otra:
Visita al cirujano de mano, Olazábal, había esquirlas que me molestaban, entonces ver para sacarlas. Había un pedazo de acero, como una pequeña aguja, pegada a la uña del dedo mayor. Te la saco. Si, dale, sacala. Alfredo Olazábal, en ese momento, supongo que debe ser igual, que transmitía una paz interior contagiosa. Empieza a sacar y en un momento escucho: ¿Te duele? No. ¿Seguro que no te duele? No, para nada. Una de las asistentes me mira fijo a los ojos, me dice ¿No le duele?. La miro, no me duele, pero si los ayuda, si quieren, grito. La esquirla había quebrado una parte de la falangeta o 3er falange y el hueso estaba necrotizado y salio pegado a la esquirla.

Mientras charlábamos, una tarde, ya en confianza, me dice: Disculpame, pero no almorcé, eran las 17,00hs, ¿te molesta si meriendo? ¡Cómo me iba a molestar! Llegaba y siempre me atendían. El Sanatorio de ELMA era una prolongación de la familia en muchos aspectos, más si ya te conocían.

Una vez recuperada la mano izquierda, lo voy a ver al Negro, Alfredo Texier, un dandy inglés transculturado en Buenos Aires.
- Bueno, ahora tenemos que empezar con la mano derecha.
- Alfredo, el dedo lo muevo, tengo pinza con fuerza. Soy zurdo, ¿qué querés hacer?
- Lo que se hace en estos casos, se fractura lo que está mal soldado, se coloca en su lugar y se vuelve a soldar.
- ¿Por?
- Porque te quedó fea.
- Negro y con la cara ¿qué hago?
y así fue como evité la intervención de la mano derecha.

Creo que cuatro años después, me sacaron un ganglión y me hicieron cirugía plástica en la mano izquierda, pero porque la cicatriz quedaba levantada y cada vez que metía mano en un equipo, me lastimaba.

El objetivo en agosto de 1982, era solo uno:Salir a navegar como Jefe en el buque en el que había sido Pilotín (Alumno pasante) por dos viajes. Tenía que hacerlo con amigos, ahí estaba el Capitán Jorge Riganti, Oscar Campetella, gran amigo y compañero, Carlos Larghi y lo convencí a Santiago Tettamanzi, el Comisario del Carcarañá para que hiciera el relevo del Comisario efectivo del buque.

Necesitábamos un ambiente amigable para poder reiniciar nuestra vida de mercantes y así fue.

domingo, 2 de agosto de 2009

34. El regreso es poco a poco

Se vuelve poco a poco, el recuerdo de la guerra, como Dios es omnipresente. Te marca, te marca en una forma invisible para muchos y clara para otros, solo hay que conocer los signos. Hay momentos de expansión, otros de profunda angustia. Otros de creer que se salió con éxito, otras de haber fracasado terriblemente. En otros un deseo de resolver bien, lo que se hizo mal, de tener una máquina del tiempo para que el resultado fuese otro, para tratar de comprender el porque de una reacción y no otra.
¿Cómo se hace? ¿Se duerme?¿Se habla?¿Quién entiende de los qué no vivieron una guerra, lo que uno siente? Debe haber gente así, que comprenda, que ayude a salir de eso.
Siempre está el inefable tiempo que todo lo soluciona, mal o bien, ¿qué es mal o bien en este caso?, ¿Es esperar qué se pase, si no se piensa, si no se habla, no se soluciona. A veces se puede hablar, muchas veces no. Hay recuerdos que se reviven a diario, otros que es muy difícil que aparezcan. Es una lucha interior, fuerte, intensa, difícil. Difícil de explicar.

Mientra escribo y mientras pienso en los recuerdos, me doy cuenta que esta parte de la supuesta posguerra, es en realidad una continuidad de ella. La guerra no termina cuando salís del campo de batalla y las acciones terminaron. La guerra sigue, sigue con uno, sigue en los demás que no pueden entender porque cambiaste o que es lo que a uno le pasa, pero en la guerra para poder sobrevivir, internalizás conductas que actúan a nivel medular, casi en forma instintiva y por eso continuás actuando a ese nivel.
Me ha pasado de estar caminando, vestido de traje y con portafolio, yendo al puerto desde Retiro y al sentir el paso de un avión civil de origen inglés, el viejo BAC OneEleven, con turbinas similares a las del Harrier, agazaparme y buscar cubierta apenas lo escuchaba. ¿Cómo lo explicás? ¿Cómo se transmite lo que se siente en ese momento?
No nos dejaron hacerlo, no nos dieron ninguna ayuda para sobrellevarlo, nos dispersaron, la guerra seguía, y probablemente sigue, en el interior de cada VGM. No teníamos la contención del grupo de pertenencia a esa situación, porque los que están con nosotros y no estuvieron en combate, no saben realmente lo que se siente y vive. Algunos tuvieron suerte y la familia y los amigos les dieron una contención cercana a la necesaria, otros no, y solos, rodeados por el enemigo y sin las características de una "tropa especial infiltrada" en la sociedad, quizás no pudieron superar la nueva experiencia de vivir como antes de y podría ser motivo de terminar con su vida. Lo hablo de los sentimientos y experiencias personales. A lo mejor hay alguno que comparta esta explicación a algo tan doloroso como el suicidio.

No nos sentimos derrotados, porque sobrevivimos y vimos los que se hacía bien y lo que se hacía mal, pero no lo podíamos transmitir y si lo hacíamos no creían lo que contábamos. Otros se regodearon en ver solamente lo malo de la guerra, exacerbándolo. No es que en la guerra haya cosas buenas, no las hay. Si, existieron buenos momentos, en su total y completa relatividad del entorno y la circunstancia, que nos permitían llevar juntos los pésimos momentos que se sucedían. Eran un oasis, rodeados de malos momentos cotidianos, pero si no pudimos elaborar correctamente lo sucedido, lo sufrido y lo aprendido nos quedamos en lo malo, que es mucho más fácil de percibir.

Tanto o más doloroso que la guerra en si misma fue la posguerra, donde no podíamos decir que eramos excombatientes fuera de ciertos ámbitos de confianza o amistad, eras un loquito perdido que se podía descompensar en cualquier momento, o un pobre chico de la guerra, víctima de unos malvados hombres que, por ser militares de carrera, eran todos malos. Ni una cosa, ni la otra.

Me fue mejor que a otros, gracias a mi familia, mi novia y esposa, en especial y mis amigos, pero todavía quedan heridas, 27 años después y no son las del cuerpo, las que más duelen.

33. El tratamiento

Una vez llegado a casa, el recibimiento de mis padres, me ven con la mano vendada y les cuento. Tengo que ir al médico. "Llamalo al Capitan Radivoj, (Gerente de Operaciones de ELMA)
Los viejos sabían que estabamos volviendo porque les habían avisado a través de un amigo que estaba en Puerto Argentino.
Lo llamé a Radivoj, me preguntó como estaba y le dije que un poco averiado en una mano, le conté brevemente. "Vaya al Sanatorio, pregunte por el Dr. Cervio, el director que lo va a estar esperando".
Allá fuimos con la Vieja hacia el Sanatorio de ELMA, en la calle Gral Urquiza entre Independencia y Estados Unidos. Pregunté por el Dr. Cervio y ahí estaba esperándome. Charlamos, me lleva a traumatología con los Dres. Moya y Texier. Ahí nomás, deciden llevarme a quirófano para hacer una toilette quirúrgica.
Alfredo Texier me anestesió con una peridural y empezamos a hablar con Moya y con Alfredo, mientras me limpiaban las heridas.
Ahí aflojé, lo que no había aflojado en todos los días que había estado ahí. Todavía se me llenan los ojos de lágrimas mientras lo recuerdo y lo escribo. Lloré y lloré con toda la angustia de lo que había pasado mientras Moya me contenía y Texier actuaba sobre mi mano. Me querían dejar internado, me negué firmemente, lo último que quería era dormir fuera de casa. Lo entendieron.

Regresé a casa y me metí en la cama, descansé entre sábanas limpias, en pijama, en mi hogar. Una sensación deseada, necesaria.
Marcelo Lamas vino por por la noche, a pedir disculpas porque no sabía que realmente volvía de las Islas.
Empezaba otra parte de la historia.

32. El regreso



Ya era el 6 de junio por la noche, nos encontrábamos frente a Puerto Santa Cruz, nos vienen a buscar los helicópteros. En este caso, un Sea King de Helicópteros Marinos, una compañía privada argentina. Ahí subimos y por ahí, nos llevan. Alguien pregunta si sabíamos algo del Teniente Luna. ¿De quién Luna? Si, les digo está en la costa occidental de Gran Malvina con unos kelpers después que se eyectó. ¿Cómo lo sabés? Hablé con él por radio, les contesté. ¿Cómo? Hablamos por la red de radio de los isleños, una mañana. Una mañana de Mayo, un soldado me viene a buscar porque sonaba algo en una casa y le pareció que podía interesarnos. Fui, era un equipo de Radio (BLU), que no se había sacado. Respondo el llamado y hago que el soldado buscase al Jefe de la Ca. Ahí nos enteramos que Luna, estaba a buen recaudo con los kelpers.
Si mal no recuerdo, lo fueron a buscar con un helicóptero desde Puerto Argentino.

Cuando llegamos al aeropuerto de Puerto Santa Cruz, me hicieron hablar con unos oficiales de Fuerza Aérea, y después, embarcamos en un Fokker F-28 de la Armada, una fila de asientos, el resto libre. Ahí me fui con la muchachada al fondo, amontonados como bosta de cojudo, decían en la colimba. Aparece el Pelado Robelo, con su clásica pregunta ¿Qué hacés ahí?. Todavía no tenía ni la confianza, ni el ánimo para dar la respuesta que habitualmente doy en estos casos y que corta rápidamente el interrogatorio. Ellas son: cagadas o boludeces. Son casi mágicas. El Pelado insistió, Estás herido, tenés asiento. Estoy fenómeno acá. Asiento. Ahí fui, la verdad es que en la cola del avión estaban todos los divertidos, igual que en las aulas.

Eran como la 0100/0200 y despegamos rumbo a Ezeiza, previa escalas en Trelew y Bahía Blanca. Así fue como la mañana del 7 de junio de 1982 lleamos a la Base Aeronaval Ezeiza, ¿alguien conocía de su existencia? Pues ahí está, cerca de donde está la garita antes de entrar en el último tramo de camino al Aeropuerto Internacional.
Desembarcamos, tomamos nuestros petates y nos juntaron en un salón para aleccionrlos sobre que podiamos decir y que no era conveniente obviar.
Miro, y ahí lo veo a un Oficial que había sido Comandante del Aviso Somellera, cuando la regata Buenos Aires - Río de 1977 y que me habían llevado como representante del Club Organizador. Ahí empecé con la radio que me llevó luego a la ENN.
"Buen día, Señor"
Me mira con cara extrañada.
Elizalde, Regata a Río, Somellera, su representante del club organizador"
¿Qué hace por acá?
Vengo de las Islas, del Carcarañá.
Uh, suerte, me alegro de verlo.

Nos meten arriba de un micro, cuyo destino era, Retiro y Constitución. Salimos a la Riccheri, y uno de los salvajes, que no era unitario, gritó: Mujeres!.
Era cierto hacía casi 45 días que solo veíamos hombres, no lo podíamos creer estábamos en Buenos Aires, conseguimos que el micro parara en Puente Saavedra. Ahí me bajé, sin plata, vestido de verde, con barba de casi 40 días, 15 kilos menos, con una valija desvencijada en una mano y la otra enrollada en un vendaje cubierto por una bufanda azul.

Paro un taxi, le doy el destino, le cuento, no lo podía creer el taxista, le dije que me esperara que buscaba plata para pagarle.
Justo baja un amigo, Marcelo Lamas, lo encaro:
-Marcelo, prestame guita para pagar el taxi que no tengo.
-Ehh, ¿qué pasa venís de la guerra?
- Si, boludo, vengo de la guerra, ¿tenés o no tenés?
-Tomá. Me dió lo necesario, le agradecí, le dije después bajo a tu casa y te la devuelvo.
Él se fue a trabajar y yo a la casa de mis viejos.
Toqué el timbre.
¿Quién es?
Pancho

-Volviste.

Si, había vuelto.

31. Hacia el continente


No lo podía creer, después de la ducha, cama, comida caliente, nos tomamos un vino con un Maquinista del Isla de los Estados, que se quedó en el Buen Suceso que se volvía con nosotros. Hasta el Termidor era un lujo. Luz, en el buque hospital había luz por doquier.
Voy al camarote, era para cuatro. ¡Qué lujo de compañeros, por Dios! Verdaderos hombres. Dos subtenientes de Ejército, Peluffo y Aliaga. El tercero, Teniente de Fuerza Aérea, Lucero, cazador, piloto de Skyhawk.
Nos presentamos, Lucero y Aliaga en cama, Peluffo, mal herido pero en pié, duro el correntino. Una maravilla de persona y ya van a ver porque.

Aliaga no parecía muy alto, tenía una herida que le atravesaba la espalda desde la base del cuello hasta el riñon del otro lado, consecuencia de un ataque con morteros a su puesto comando.

Peluffo tenía una herida en la cabeza porque le habían volado parte del temporal y el parietal, todas las noches le hacìan una curación que implicaba quirófano.
El tercer compañero de camarote era Lucero, aviador.
Los tres venían de ser trasladados desde el buque hospital británico Uganda. Los habían tratado y cuidado muy bien.
Lucero fué derribado durante un ataque sobre la flota en San Carlos, tenía luxada las dos piernas. Empezamos a hablar. Me acuerdo todo lo que me contaba y eso que pasaron
Le pregunto:
- ¿Cómo fue?
- Estaba atacando la flota en San Carlos, el 25 de Mayo, paso entre las fragatas, me responden el fuego y cuando entro a ver el instrumental me doy cuenta que el avión va a estallar. Me eyecto y al eyectarme así como venía se me abren las dos piernas y se me luxan las articulaciones de la cadera.
- Fragatas, ¿grandes o chicas?, pregunto estúpidamente.
- Para mí eran todas grandes porque me tiraban hasta con los ojos de buey.
Sigue el relato:
- El asiento tiene un sistema para soltarse, pero no accionó y caí al agua con todo ese peso. Estaba tratando de soltarme, medio desesperado, cuando siento un golpe en el casco, en la cabeza. Miro medio para atrás y me encuentro con un soldado inglés parado en una lancha de desembarco con la compuerta baja. Mientras tanto el ataque nuestro, seguía. El inglés me hace señas y yo le hago señas para que cortase con un cuchillo los cinturones de seguridad. Él preguntaba por el arma, hasta que entendí y le mostré la sobaquera donde llevaba mi arma. Me la sacó y recién ahí cortó los cinturones de seguridad. Me levantó como una pluma y me arrastró por la rampa hasta la popa de la lancha. La rampa tiene maderas atravesadas para apoyarse al desembarcar, no sabés lo que me dolió mientras me arrastraba. Todo esto entre medio del fuego de los buques, los aviones, las tropas en tierra. Arriesgando su vida por mi.
Me llevaron a tierra, y me atendieron en un hospital subterráneo que hicieron en San Carlos. Siempre buen trato y buenos cuidados por ellos. Una noche, nuestros Canberra bombarderon la zona y uno de ellos me dijo "Mucha gente la está pasando muy mal, ahí afuera. Después me trasladaron al Uganda y después de unos días, me trasladaron al Paraíso.

Ahí estábamos los cuatro reunidos fortuitamente, relatando a los demás, curiosamente curiosos, sobre lo vivido por otros.

Con el otro que pude hablar más fue con Peluffo, estaba en la 2da línea de la defensa de Darwin. El fuego inglés pone en retirada a la primera línea argentina. Peluffo queda en primera línea en un pozo y con un FAP, deteniendo el avance hasta que al final lo hieren en la cabeza. A la mañana se levantó y me dice: Pancho acompañame a la bodega que vos saber caminar en el barco, asi visito mis milicos. Allá íbamos, él con su turbante quirúrgico y yo con mi mano averiada a visitar a sus milicos heridos.
En una de esas recorridas, me encuentro con un médico y lo miro, le digo :¿Camba?. Si, me dice, mirándome extrañado. Yo era el cocinero de tropa cuando vos eras el médico de San Jorge en Campo de Mayo. San Jorge era una caballeriza que incluía al Hipódromo de Trote de Hurlingham, dependía del Comando de Remonta y Veterinaria del Ejército. Ambos eramos conscriptos.
Nos saludamos y cada uno siguió por su camino.