domingo, 2 de agosto de 2009

33. El tratamiento

Una vez llegado a casa, el recibimiento de mis padres, me ven con la mano vendada y les cuento. Tengo que ir al médico. "Llamalo al Capitan Radivoj, (Gerente de Operaciones de ELMA)
Los viejos sabían que estabamos volviendo porque les habían avisado a través de un amigo que estaba en Puerto Argentino.
Lo llamé a Radivoj, me preguntó como estaba y le dije que un poco averiado en una mano, le conté brevemente. "Vaya al Sanatorio, pregunte por el Dr. Cervio, el director que lo va a estar esperando".
Allá fuimos con la Vieja hacia el Sanatorio de ELMA, en la calle Gral Urquiza entre Independencia y Estados Unidos. Pregunté por el Dr. Cervio y ahí estaba esperándome. Charlamos, me lleva a traumatología con los Dres. Moya y Texier. Ahí nomás, deciden llevarme a quirófano para hacer una toilette quirúrgica.
Alfredo Texier me anestesió con una peridural y empezamos a hablar con Moya y con Alfredo, mientras me limpiaban las heridas.
Ahí aflojé, lo que no había aflojado en todos los días que había estado ahí. Todavía se me llenan los ojos de lágrimas mientras lo recuerdo y lo escribo. Lloré y lloré con toda la angustia de lo que había pasado mientras Moya me contenía y Texier actuaba sobre mi mano. Me querían dejar internado, me negué firmemente, lo último que quería era dormir fuera de casa. Lo entendieron.

Regresé a casa y me metí en la cama, descansé entre sábanas limpias, en pijama, en mi hogar. Una sensación deseada, necesaria.
Marcelo Lamas vino por por la noche, a pedir disculpas porque no sabía que realmente volvía de las Islas.
Empezaba otra parte de la historia.

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