miércoles, 29 de julio de 2009

23. Jaime Ugarte

Ugarte era el otro contingente de FAA en Fox, para la defensa antiaérea, lo habían traído con un helicóptero con su asistente, y una carga de los misiles rusos de hombro tierra-aire.
Alto, flaco, medio rubión, vino con el mínimo equipo necesario, otro camarada de vigilias y largas noches. Mucho en común, hablamos mucho. Después del 25 de mayo, los venían a buscar para emplazarlos temporariamente en el sur de la Isla Soledad, para defender la zona de los Harriers. Le presté un par de medias de lana, no se si guantes. Así como estaban se los llevaron para la Isla Soledad. Allá los llevaron, allá los dejaron. Nunca más los volvieron a buscar. Se quedaron un par de días en zona, y luego se fueron caminando a Darwin. Si no me equivoco, Carballo contó su historia.Con Jaime, hablamos un par de veces, pero no pudimos encontrarnos. Prometo que este año lo voy a hacer contra viento y marea.

22. Los muchachos de Fuerza Aérea en Fox

Estábamos todos, Ejército, Armada, Fuerza Aérea y Civiles, cura de Gendarmería. Faltaban dos fuerzas de seguridad y era un muestrario completo, pero para ser un poblado perdido en el sur del Atlántico Sur, como lo que es Bahía Fox, había una aceptable cantidad de instituciones representadas en ese suelo argentino.

Ejército ocupaba su lugar natural, la Armada con el aporte del Bahía Buen Suceso era acorde al ámbito insular. La Fuerza Aérea estaba representada por dos grupos chicos pero de gran presencia en mi vida en Fox. Por un lado, el Alférez Ugarte, hoy Brigadier con un asistente con unos misiles rusos que, según comentaron teníamos gracias a nuestros hermanos peruanos. El otro lo conformaban los "pasajeros" del vuelo del helicóptero del relato de la emboscada.
Este grupo al mando del Primer Teniente Yuse, tenía como misión señalizar los campos para el lanzamiento de carga o paracaidistas de los Hércules C-130. Ellos venían básicamente para el lanzamiento de carga, a suceder unos días después.
De los 5 o 6 hombres que conformoban el grupo, recuerdo a cuatro: el mencionado Yuse, otro Primer Teniente Alzamora, negro, grandote, le decían 9 dedos porque había perdido en un accidente deportivo, el Subofical Barros y el Cabo Principal Messuti. Había otros dos integrantes del grupo pero, lamento no recordar sus nombres.

Grandes personas, generosas, me cuidaron y me llevaban con uno de mis ángeles guardianes, Raúl Bechi, que me cuidaba como a un hermano, al pozo que habían construído. Noches largas, las del invierno austral en las Islas, muy largas, interminables con ese frío húmedo, que te cala los huesos. Donde para orinar, lo pensás una y mil veces. Así transcurrimos algunas noches de vigilia en el pozo a la espera y sufriendo los ataques de los cañones ingleses. Alguna noche nos preguntamos: Si ganamos, ¿quién carajo va a venir a quedarse acá desde el continente? El clima es duro para un argentino, no para un escocés o un inglés, pero si para nosotros que estamos acostumbrados al sol y a los días claros.
Barros estaba siempre con ganas de jaranear, Messuti contó, en una sola noche 800 impactos de proyectiles de cañón sobre nosotros, Yuse y Alzamora callados, siempre calmos y confiados.
Marcaron la zona de lanzamiento para el C-130, que pasó una tarde y largó su carga en vuelo rasante sobre la zona indicada.
Compartí varias noches con ellos, a Messuti lo vi una vez después de la rendición, luego nunca más como al resto.

Espero, de todo corazón que estén bien, que es lo menos que se merecen.

21. Vallejos

Hace varios días que pienso como y que escribir para transmitir lo que este mágnifico ser humano nos dió en nuestra forzosa y compartida estadía en Bahía Fox Este.

Vallejos, Abel es médico, nacido en Neuquén, tiene un poco menos que mi edad entre 50 y 52 años, hoy año del Señor 2009. Uno de muchos hermanos de una familia de Centenario, a unos kms de Neuquén Capital. Familia de trabajadores, Abel es un hombre que no le hace asco a ninguna tarea, ni misión, con el increíble agregado de una sempiterna, cálida y fraternal sonrisa aún en las situaciones más estresantes como fue la guerra.
De pensamiento claro ,estudió en La Plata; como la familia no lo podía mantener hizo su carrera universitaria changueando como albañil y en una austeridad extrema que jamás le melló el buen humor.
Según su propio relato, tenía una bicicleta, en extremo deteriorada, despintada, descuajeringada, tenía nombre la bicicleta. No me acuerdo cual era, pongamos que se llamaba "La Juana".
"Tan destruída estaba La Juana que ni cadena para atarla tenía. Era una bicicleta pobre, no podía quererla nadie y por eso la dejaba sin atar." contaba Abel, en noches de vela.
"Iba a todos lados con la bicicleta porque me ahorraba el colectivo o iba de un lado a otro sin problema. Una vez, una noche, voy a buscar La Juana y no estaba. La Juana, no estaba. Se la llevaron. ¿Quién pudo llevarse a La Juana? Alguien. El hecho que empecé a caminar y a usar colectivo, cuando podía. Meses así, sin posibilidad de reemplazo. Hasta que otra noche, caminando por La Plata, ¿qué me encuentro? A mi amiga, a mi compañera inolvidable: a La Juana y ahí seguimos juntos.
No recuerdo si la ató, de ahí en más, pero sí me acuerdo que no se volvieron a separar

Recorría las posiciones todos los días, atendía a los enfermos y heridos, cavaba pozos de zorro, como el que hizo al lado de la enfermería para los heridos, enfermos y personal que estaba con él. Lo hizo junto a un cabo enfermero del Buen Suceso y los que podían ayudar.

Atendió a los heridos, junto con otro médico del RIM 8, nuestros vecinos de enfrente, tuvo que hacer una amputación de pié al soldado que se lo voló minando.

"Son pruebas que nos pone el Señor, Pancho. Esto demuestra que somos capaces de seguir adelante, dale no te caigas." Esto me lo decía mientras estaba junto con él, a su cuidado, luego de que me hiriera una esquirla en la mano.

Buscaba turba, nos turnábamos para hacer una imaginaria en la enfermería atentos a un posible bombardeo naval, manteniendo la estufa alimentada con turba para mantenernos calientes en esas noches de frío. Las noches que pasábamos ahí, porque hubo muchas de esas noches que las pasábamos en los pozos hechos por la gente del Carcarañá a la orilla de la Bahía cuando las fragatas inglesas nos visitaban.


Vallejos ahí siempre atento en el intervalo entre un ataque y otro recorría las posciones por si había heridos. En los bombardeos, por lo menos tres hombres estaban siempre afuera, Minorini Lima, Medina y Vallejos.

¡Dónde andarás, Abel?



Pasaron 27 años, lo vi 3 o 4 veces más después de la Guerra. Luego mi profesión y su vida desencontraron nuestros caminos.