miércoles, 29 de julio de 2009

21. Vallejos

Hace varios días que pienso como y que escribir para transmitir lo que este mágnifico ser humano nos dió en nuestra forzosa y compartida estadía en Bahía Fox Este.

Vallejos, Abel es médico, nacido en Neuquén, tiene un poco menos que mi edad entre 50 y 52 años, hoy año del Señor 2009. Uno de muchos hermanos de una familia de Centenario, a unos kms de Neuquén Capital. Familia de trabajadores, Abel es un hombre que no le hace asco a ninguna tarea, ni misión, con el increíble agregado de una sempiterna, cálida y fraternal sonrisa aún en las situaciones más estresantes como fue la guerra.
De pensamiento claro ,estudió en La Plata; como la familia no lo podía mantener hizo su carrera universitaria changueando como albañil y en una austeridad extrema que jamás le melló el buen humor.
Según su propio relato, tenía una bicicleta, en extremo deteriorada, despintada, descuajeringada, tenía nombre la bicicleta. No me acuerdo cual era, pongamos que se llamaba "La Juana".
"Tan destruída estaba La Juana que ni cadena para atarla tenía. Era una bicicleta pobre, no podía quererla nadie y por eso la dejaba sin atar." contaba Abel, en noches de vela.
"Iba a todos lados con la bicicleta porque me ahorraba el colectivo o iba de un lado a otro sin problema. Una vez, una noche, voy a buscar La Juana y no estaba. La Juana, no estaba. Se la llevaron. ¿Quién pudo llevarse a La Juana? Alguien. El hecho que empecé a caminar y a usar colectivo, cuando podía. Meses así, sin posibilidad de reemplazo. Hasta que otra noche, caminando por La Plata, ¿qué me encuentro? A mi amiga, a mi compañera inolvidable: a La Juana y ahí seguimos juntos.
No recuerdo si la ató, de ahí en más, pero sí me acuerdo que no se volvieron a separar

Recorría las posiciones todos los días, atendía a los enfermos y heridos, cavaba pozos de zorro, como el que hizo al lado de la enfermería para los heridos, enfermos y personal que estaba con él. Lo hizo junto a un cabo enfermero del Buen Suceso y los que podían ayudar.

Atendió a los heridos, junto con otro médico del RIM 8, nuestros vecinos de enfrente, tuvo que hacer una amputación de pié al soldado que se lo voló minando.

"Son pruebas que nos pone el Señor, Pancho. Esto demuestra que somos capaces de seguir adelante, dale no te caigas." Esto me lo decía mientras estaba junto con él, a su cuidado, luego de que me hiriera una esquirla en la mano.

Buscaba turba, nos turnábamos para hacer una imaginaria en la enfermería atentos a un posible bombardeo naval, manteniendo la estufa alimentada con turba para mantenernos calientes en esas noches de frío. Las noches que pasábamos ahí, porque hubo muchas de esas noches que las pasábamos en los pozos hechos por la gente del Carcarañá a la orilla de la Bahía cuando las fragatas inglesas nos visitaban.


Vallejos ahí siempre atento en el intervalo entre un ataque y otro recorría las posciones por si había heridos. En los bombardeos, por lo menos tres hombres estaban siempre afuera, Minorini Lima, Medina y Vallejos.

¡Dónde andarás, Abel?



Pasaron 27 años, lo vi 3 o 4 veces más después de la Guerra. Luego mi profesión y su vida desencontraron nuestros caminos.

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